Erasmus+, otoño en Burdeos.

A veces ocurre que el tiempo no pasa y parece que no llega el momento de pillar la maleta camino al aeropuerto. Pero no es más que las ganas, al final todo llega. Y llega el tren que te lleva a Atocha, y el Cercanías que te lleva a Barajas, y los pasillos de la T4 que te llevan a un laberinto del que Martín e Ismael tienen que salir porque los otros dos ya superaron la prueba hace tres meses, y cuando te quieres dar cuenta ya ves a Martín compartiendo asiento con un budista de esos que no abundan por las calles de Riolobos, y alehop...estamos en Burdeos.


Los 10 grados que anunció el comandante del avión debían ser los del vino que bebía, porque sales y te encuentras con una temperatura bastante más alta de la que dejamos en Madrid. Pero deja de criticar a la tripulación y arréa pa casa.

Vicent, nuestro casero, nos está esperando con una amplia sonrisa y con unas ganas de hablar que parece que llevara años sin ver a otro ser humano. La casa, pues ya la ves, sencillita: su baño, su cocina, su jardín con piscina, su máquina de paintball de 1965 en pleno uso... en fin, lo normal.

La casa está dividida en dos: las zonas comunes y las habitaciones nobles por un lado, y por otro "el Caseto" o los bajos fondos (por estar a nivel inferior y al fondo). A veces, si te toca vivir en la zona noble, te pones sobradito y te vas de excursión al "Caseto" dándotelas de marqués y el destino te aguarda con un resbalón que provoca que acabes revolcándote de manera torpe y grotesca para que vuelvas a la realidad y no te pongas tan chulino con los del Caseto. Luego ya, pa recuperar la dignidad, te bañas en pleno noviembre que la pisci también entra en el precio y hay que amortizar.

Pero aquí, aparte de flipar con la casa y con la temperatura bordolesa también hemos venido a trabajar. Y lo primero el reparto por las empresas. Bien tempranito empiezas la entrega. Primero en Bruges, luego en Merignac, luego en Meriadeck...luego otra vez a Merignac porque la carpeta la hemos dejado en un carro de la compra en el super y ha aparecido en un contenedor, seguro que a tí también te ha pasado.

Y ya relájate que el primer encuentro con los aborígenes no ha estado tan mal. Iván y David, en su calidad de "repetidores", ya lo tenían más que superado. Los electricistas, Martín e Ismael, han corrido suerte diversa en sus curros: uno trabajará en la Universidad, el otro en un Centro Penitenciario. La vida misma. Ya nos narrarán sus experiencia, dales algunos días.

Y como todo no va a ser trabajo, pues tira que veamos la ciudad. Ponte el uniforme que nos vamos de excursión.  Pillas unas bicis y te vas a la catedral, y a Quinconces, o te compras un goffre  en Sainte Catherine, o si prefieres te vas a un karting (familiares de David, no me juzguen mal, yo casi que no quería poner esa foto, pero él se empeñó) a que Ismael se estrelle contra una valla y encima tenga que oir que si lo vuelve a hacer le echan. En el Karting Iván les da un buen repaso, así que te vas a los bolos para que David los vuelva a humillar y yo, disimulando, me dejé ganar para que Isma y Martín no crean que siempre van a quedar los últimos. Así de generoso soy.